“LA DESMALVINIZACIÓN REDUJO UNA CAUSA PROFUNDA A ÚNICAMENTE UNA GUERRA” #EntrevistaRiachuelo con César Trejo, parte I

[FM Riachuelo, 12/10/2020] A menos de un mes del 2 de abril, fecha que conmemora el inicio de una guerra marcada a fuego en nuestra historia, dialogamos con César Trejo, exsoldado y combatiente de Malvinas. En esta primera parte de la entrevista, contó con una enorme claridad cómo ve inmersa a la Argentina en la compleja situación regional y global que nos atraviesa, y dejó en evidencia que el discurso de desmalvinización es un artilugio del enemigo para continuar favoreciendo sus intereses, asegurando que, aun así, nuestro pueblo reconoce intuitivamente la profundidad de la causa Malvinas y su significado histórico, ya que los símbolos de nuestra Patria los tenemos grabados con tinta indeleble.

FMR: Empezamos con una pregunta bastante general: ¿cómo ves la situación actual nacional y regional de nuestro país, teniendo en cuenta el reciente cambio de gobierno y que está inmersa en una situación global bastante compleja?

César Trejo: La situación es compleja porque en el mundo está dándose una contienda mundial por la hegemonía de poder. Ahí hay un núcleo muy fuerte que viene desbaratando las distintas construcciones de las naciones y de los pueblos, fundamentalmente el capitalismo financiero internacional, que está en pleno auge y que tuvo un capitulo despiadado en los últimos cuatro años de la Argentina y de toda la región. Y las dificultades de construcción de los pueblos -y  especialmente del pueblo argentino- son que hemos sufrido golpes importantes, que no se limitan a los cuatro años sino que tienen que ver con un debilitamiento del Estado como herramienta o expresión de la nación, y del pueblo argentino, desde hace mucho. También de cambios de paradigma que nos obligan a pensar creativamente en la situación. Lo cierto es que frente a ese debilitamiento del campo popular hay una constante, que es una perseverante acción del enemigo que sostiene y amplía su poder, no solamente territorial en Las Malvinas y en Atlántico Sur, sino que se proyecta en los distintos niveles del concepto integral de la soberanía, y que además ocupa resortes estratégicos en la economía argentina: la minería, la producción de la energía, los precios y producción de alimentos, y el tema financiero; además son cosas que prácticamente están, en la mayor parte de los casos, ajenas a cualquier agenda política.

FMR: Eso nos da la pauta de que Malvinas no es un caso aislado.

CT: Así es, no es solamente la soberanía que nosotros vemos claramente usurpada en Malvinas; por eso yo repito siempre la definición de un compañero, Marcelo Gullo, que dice “Malvinas es la parte visible de un sistema de dominación invisible”. Y lo que nos permite Malvinas a veces, con toda su potencia directa de colonialismo, es mostrar la parte de semi colonialidad, o de colonialidad cubierta, que existe en el resto de los órdenes de la vida económica, política y cultural de la Argentina. Y también hemos retrocedido, porque Malvinas, de forma no todavía lo suficientemente visible, ha sido un galvanizador de la voluntad y un disparador del proceso de integración y unidad regional; prácticamente todas las instituciones creadas en la posguerra sobre Malvinas surgieron del enterramiento definitivo de los instrumentos que el Imperio tenía con su panamericanismo. El Mercosur, la Unasur, nacieron de la impronta de lo que había provocado la guerra. Y por supuesto que todo eso ha sido tapado, silenciado, ocultado; pero en corazón de los pueblos de toda América del Sur, fundamentalmente América Latina, eso está absolutamente visible, y también en los distintos encuentros que ha habido en estos años de las distintas instancias multilaterales latinoamericanas, donde siempre Malvinas ha tenido una mención especial por esa huella profunda que dejó la guerra en la conciencia de los pueblos de América Latina. Y en estos momentos ha habido un retroceso en la región en cuanto a acelerar el proceso de integración, y eso es grave porque la verdad es que nosotros solos, fragmentados y divididos, no vamos a poder hacer frente a ese inmenso poder, voraz, que quiere fagocitarlo todo, comérselo todo, devorárselo todo, a costa de la infelicidad, de la pobreza y de la muerte de nuestros pueblos. Y todo este marco nos encuentra a nosotros no como sujetos de nuestra historia, sino como mero objetos o peones de la historia de los pueblos dominantes; y esta es la dificultad, hasta tanto no reconstruyamos ese poder nacional, a escala suramericana en principio, es muy difícil que podamos enfrentarlos con cierta capacidad y con la inteligencia para preservar los bienes naturales de nuestros pueblos, para una justa distribución de la riqueza, y para el ejercicio efectivo de la soberanía, no retórica sino concreta y efectiva, como es no sólo en el Atlántico Sur, sino en toda la región.

FMR: ¿Y cuál sería la parte más visible de este retroceso del que nos hablás?

CT: Cuando regresamos al continente los que tuvimos esa oportunidad, nos sorprendió mucho la desmalvinización y la campaña de reducción de los soldados como víctimas: primero porque habíamos visto una actitud completamente distinta en nuestros compañeros y en nosotros mismos en general, y segundo porque era no sólo un autodesprecio a los que habíamos peleado, sino un autodesprecio del pueblo argentino hacia sí mismo. Era como una campaña de desmoralización y de agresión espiritual hacia el propio pueblo argentino; finalmente nosotros éramos y somos parte del él. Y nos parecía muy injusto que incluso hasta se dijera “bueno, pero llevaron a los negritos del interior, a los pobres cabecitas” porque ese era el pensamiento, cuando en realidad esos negritos, esos cabecitas del interior, era el pueblo en armas que había estado en el ejército de San Martín, con los gauchos federales, en la Vuelta de Obligado combatiendo contra la escuadra anglofrancesa, es decir, la sangre y el cuerpo siempre lo puso el pueblo. Y para mí, que yo había visto cómo los compañeros tucumanos, santiagueños, santafesinos, cordobeses, peleaban de manera tremenda contra los británicos, realmente veía que muchas veces nos ha tratado mejor el enemigo que los propios, respecto del desempeño que tuvo el soldado argentino ahí, que es el pueblo en armas, ni más ni menos, y que ha sido a lo largo de la historia una constante. Dos meses y medio después creamos el primer Centro de Soldados Excombatientes, y tuvimos que crear organizaciones que no existían en la Argentina y hacer un montón de cosas que ni soñábamos hacer en nuestra juventud.

FMR: Como vos contás, en ese momento y mayormente desde los ’90 comenzó a instalarse esta idea de los soldados como víctimas, incluso en las escuelas, con el argumento de que llamarlos héroes sería reivindicar a la dictadura, ¿qué análisis hacés sobre toda esta situación?

CT: Ustedes han mostrado justamente los temas que me parece central discutir. Sin duda hubo un cálculo de la dictadura; todo gobierno que vaguea un conflicto hace un cálculo para su supervivencia. El problema es peor con la dictadura, en el sentido de que la característica distintiva de la última dictadura militar, incluso respecto de las dictaduras anteriores, fue su carácter dependiente: porque aun el sistema criminal del terrorismo de estado ni siquiera fue un invento de los dictadores argentinos, sino que fue la reproducción de un sistema que los franceses aplicaron en Argelia a finales de los ’50 y ’60, que lo convirtieron en doctrina, y que los yanquis lo adoptaron como doctrina de la seguridad nacional o guerra de fronteras ideológicas, y la impartieron luego a todos los estados mayores de América Latina. Videla, creyendo que estaba combatiendo con un enemigo internacional y demás, fue el brazo armado de la oligarquía para destruir un sistema industrial y para empobrecer. Justamente el objetivo central del Proceso de Reorganización Nacional fue destruir a las organizaciones populares -que se encarnaban fundamentalmente en los sindicatos de esos momentos-, desmembrar el sistema industrial y retrotraernos a la Argentina agroexportadora. Es uno de los problemas que todavía hoy tenemos: hemos destruido el sistema industrial argentino, por eso hay tanta gente que tiene que crear su propio trabajo, porque no lo encuentra en el sistema industrial que supimos en algún momento tener, y ya no tenemos.

FMR: En ese contexto, ¿qué le pasaba a la dictadura?

CT: Que al ser tan dependiente, carecía de pensamiento estratégico, y esto le pasa a los militares y a los civiles: cuando uno no tiene un proyecto propio, es decir, no nace de las propias realidades populares, del desarrollo histórico de un pueblo y de una nación, hay alguien que viene y le pone el proyecto. Hay otra complejidad: el problema es que nosotros creemos –con algunos investigadores coincidimos– que más que las teorías de las causas endógenas, de que los militares estaban en baja y necesitaban dar un manotazo de ahogado para perpetuarse en el poder, en realidad la explicación sustantiva procede del análisis geopolítico de la época, donde hay papeles de la OTAN escritos por el secretario general Harry Train, y papeles que circulaban, de que la OTAN necesitaba establecer una base militar en Atlántico Sur. Para justificar esa ocupación de la OTAN en el Atlántico Sur, que es Organización del Tratado del Atlántico Norte, por lo tanto sus bases sólo pueden estar en el Atlántico Norte, y no en el Sur, que ya en Naciones Unidas se consideraba una zona desmilitarizada, así que necesitaban justificar. Entonces había que provocar un evento, lo que ellos llamaron una little war, una pequeña guerrita que les permitiera a ellos mandar una flota importante, justificada en la agresión argentina, y de alguna manera establecer una base militar. Nosotros creemos que no hay ninguna guerra después del ’45, con la creación de las Naciones Unidas y el fin de la Segunda Guerra Mundial, que no tenga la anuencia de la potencia hegemónica mundial, que es Estados Unidos; no hay ninguna posibilidad de que una guerra acontezca sin su visto bueno, porque si una guerra no le conviene al hegemón, entonces no hay guerra. Y acá había intereses estratégicos norteamericanos.

FMR: Entonces, ¿cuál es el objetivo de la desmalvinización?

CT: La desmalvinización trataba de reducir en términos espaciales y temporales la cuestión de la causa Malvinas al ‘82 y a la guerra, y la guerra reducirla a la dictadura militar. Y en realidad, lo que el pueblo intuitivamente comprendió es que hay un enemigo histórico, una causa profunda de enfrentamiento con Gran Bretaña, y que había razones que pasaban por encima; o sea, la dictadura quiso crear un evento en su cabeza, y disparó un acontecimiento que se la comió a la propia dictadura, y que traspasó fronteras. Y se desarrolla un acontecimiento que pone en primer plano, ya no a los que condujeron la guerra, sino al sentimiento anticolonial de los pueblos de América del Sur: hubo 25.000 bolivianos dispuestos a morir por la Argentina que se anotaron; ni hablar del apoyo peruano que se materializó tanto en su pueblo como en su gobierno y sus propias fuerzas armadas; en Venezuela pasaba otro tanto, y en Panamá; en casi toda la América del Sur se anotaban de a miles en las embajadas argentinas para pelear, no por la dictadura, sino por la Argentina contra los gringos invasores, contra el imperialismo. Entonces, eso tuvo dos efectos: uno institucional político, que vino de abajo que fue la aceleración del proceso de integración, y otro, el temor del imperio, que rápidamente empezó a dar las explicaciones desde el punto de vista del que había ganado la batalla de Puerto Argentino, o sea de Gran Bretaña. Durante la guerra la propaganda de los ingleses -que nos tiraban folletos por vía aérea y todavía los seguimos estudiando- nos decía “soldado argentino, ríndete que tus comandantes son unos dictadores que quieren usarte para perpetuarse en el poder”, el discurso se adoptó acá, y lo hizo la inteligencia británica; lo tenía Thatcher en sus discursos internacionales o en la cámara de los comunes, y esa era la estrategia: cuando los imperios invaden en cualquier lugar del mundo, siempre justifican desde un punto de vista “ético” su invasión. Por ejemplo: en Afganistán fueron a librar a la mujer afgana de la opresión de los muyahidines que la obligaban a ponerse el chador; mentira, iban por el negocio de la heroína y del gas. A Sadam Husein porque tenía armas de destrucción masiva, que se supo que era una burda mentira, y que las únicas armas de destrucción masiva son las que les habían dado los ingleses y norteamericanos para hacerle guerra a Irán en la década del ’80, cuando vino la revolución iraní del ’79. Pero había que destruirlo a Sadam Husein, no por el petróleo o por la posición estratégica de Irak, sino porque “era un dictador”; siempre tienen una justificación, defienden los derechos humanos, la democracia, los derechos de la mujer, o lo que fuere, en los lugares que van a invadir. En Malvinas era defender a 2.000 isleños, pobrecitos, que habían sido avasallados por la dictadura argentina, como si además Inglaterra y Estados Unidos no hubieran apoyado el golpe militar y todos los crímenes que cometieron en ese momento. Y fíjense cuán democráticos iban a ser, que Margaret Thatcher se apoyó en el muy demócrata Pinochet, que le suministró información estratégica para atacar a la Argentina, como por ejemplo hundir al Crucero General Belgrano. Entonces, ahí está la hipocresía, y las teorías de las causas endógenas y la victimización de los soldados y la desmalvinización, que es reducir el tema de Malvinas a simplemente la guerra, y la guerra simplemente a la dictadura. Como si Malvinas no vinieran a atravesar a los dos siglos de Argentina como país independiente, la ocupación fue el 1833. Como si no hubiéramos combatido varias veces con los ingleses a través de nuestra historia.

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