
[Fm Riachuelo 19/04/2019] A partir de las políticas de hambre que impone este gobierno, de la creciente pobreza y de la falta de recursos y de opciones en las grandes cadenas de supermercados, el pueblo busca una salida en la economía popular.
Hace tiempo que las organizaciones sociales vienen pidiendo que se declare la “emergencia alimentaria”, ante lo cual el poder hace oídos sordos. Y es que son las organizaciones de los barrios las primeras en percibir la desesperación en quienes no tienen para comer. La semana pasada sin ir mas lejos, la FM Riachuelo se acercó a Plaza Matheu, donde se realizaba una feria de productos de la economía popular y pudo obtener distintos testimonios de les vecines. Allí se expresaba la crisis alimentaria en su cara más cruda: desde una madre que explica que debe “repartir” a sus hijes en distintas casas de familiares para que puedan comer, hasta vecines que reconocen que no comen ni carne ni verduras, y que la mayor parte de su dieta se basa en harinas, afectando su salud. Cabe decir que son los testimonios de las mujeres los más duros, pues son ellas quienes acceden a los trabajos más precarios y suelen quedar al frente de sus hogares, por lo que no es de extrañarse que sea este el sector más excluido y violentado por el macrismo si se tiene en cuenta que en nuestra región el movimiento de mujeres tiene un fuerte contenido anticapitalista y que ha inundado las calles en tantas ocasiones contra las políticas de ajuste del FMI.
Otro hecho distintivo es que no sólo los comedores y merenderos reciben cada vez más gente, sino que las ollas populares en las manifestaciones se han convertido en la imagen de muchos medios, incluso de aquellos que hasta hace poco intentaban despegar el hambre de la agenda de cada día siendo funcionales al poder. El jueves 11/04, por ejemplo, en cada ANSES de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires distintas organizaciones realizaron acciones para visibilizar las consecuencias del recorte del gobierno. En La Boca, en la sucursal ubicada en Av. Regimiento de Patricios al 900, se realizó una olla popular y les vecines de la zona comenzaron a acercarse, primero con una gran necesidad de expresarse pero también buscando un plato de comida que para muches puede ser el único del día.
En esta misma línea la Comunidad Pacheco (Organización Social que se dedica a la capacitación en huerta y jardinería) tiene un taller los sábados en el cual, a partir del análisis de material teórico sobre soberanía alimentaria, realizan una investigación de la realidad cotidiana que les rodea. De esta experiencia han elaborado un documento llamado “Comer es un acto social”. Allí explican cómo esta crisis alimentaria no tiene que ver sólo con el hambre en términos de salud sino que ataca la matriz cultural de todo un pueblo. ¿Qué sucede cuando el comedor remplaza la cena familiar como lugar de encuentro? ¿Qué mensaje le transmitimos a les niñes que reciben viandas basadas en pan? ¿Acaso es culpa de elles no comer frutas o verduras si nadie se las brinda? ¿Cómo nos relacionamos con las marcas de los alimentos? ¿Elegimos o eligen por nosotres lo que merecemos comer? Todos estos interrogantes forman parte de este documento.
Cocinar es para muchas culturas un momento de armonía, de amor, comer esta relacionado incluso con el deseo y el placer. Cuando la panza duele, cuando pensar todos los días en cómo resolver el morfi es motivo de angustia, estamos ante la cultura del hambre y de la exclusión. La alimentación en definitiva es un ámbito mucho mas grande que tan sólo comer. Dice Patricia Aguirre en Una historia Social de la Comida, texto que les compañeres de Pacheco utilizan como disparador: “No hay evento alimentario sin comensal, sin comida y sin que ambos estén situados en una sociedad determinada en un tiempo especifico”.
Las desmedidas económicas
Sabiendo que ya le queda muy poco tiempo, intentando llegar a octubre y palpitando la impaciencia social, el gobierno anunció esta semana otra serie de desmedidas económicas. Entre ellas reavivó el viejo “precios cuidados”, esto es una serie de productos que conforman la canasta básica cuyo precio se congelará hasta diciembre. Esta medida no tiene en cuenta dos variables: primero que la medida se aplica sobre productos que ya han aumentado más del 20%, siendo que los salarios no han acompañado ese crecimiento; segundo, no explican cómo lograrán sostener esta medida durante ocho meses sin que genere un detrimento de las pequeñas empresas de alimentos.
Por esto es que la economía popular propone su propia agenda: poder comprar productos que provengan directamente de la mano de les productores, alimentos sin agrotóxicos a precios accesibles. Por ejemplo, ferias como el Paseo de la Economía Popular “Martin Oso Cisneros” que se realiza todos los sábados en La Boca dan cuenta de esto. Cuando las grandes cadenas de supermercados nos estafan y nos venden alimentos insanos con publicidad engañosa, saber qué comemos y a quién le compramos es una postura política.
Otra experiencia similar en este sentido es la que llevan adelante en el Hogar para niñes en situación de calle “Juan XXIII”, donde el mismo comedor tiene una huerta y granja que les permite abastecer la comida de cada día de manera autónoma. Su trabajo ha servido de guía a otros comedores o merenderos.
Todas estas experiencias demuestran que otro mundo realmente es posible. Por esto hablamos de emergencia alimentaria, porque entendemos la alimentación como un acto social y político.
Lo que sucede en Venezuela no es aislado, la comida es parte de una guerra. La falta de alimentos afecta nuestra salud física y nuestra salud psicológica, nuestras ganas de luchar, nos desanima, nos confunde y genera caos social. Dijo Carina Maloberti, secretaria gremial de ATE-SENASA Capital, que estuvo esta semana en el programa Cazadores de Zonceras: “en un mundo que esta en guerra, los recursos estratégicos justamente son los alimentos, la tierra, el agua potable, así de crudo”. Por esto, desde las organizaciones libres del pueblo creemos que hay que aprovechar ese caos para organizarnos, pues puede que el enemigo nos confunda pero nosostres hemos mejorado nuestras estrategias, nos hemos fortalecido mediante nuestros medios y hemos aprendido a sobrevivir de manera autónoma. Ante esta guerra por los alimentos y los recursos, la economía popular es la salida, ya no cómo un “plan b” en medio de una situación de crisis momentánea, sino como una nueva forma de pensar las relaciones de producción, lo que permitirá transformar la realidad en lugar de resolver la necesidad.