BENIGNO LÓPEZ: «TENEMOS QUE GARANTIZAR LA SOBERANÍA NACIONAL, QUE NO SE TRATA SÓLO DE UN PEDAZO DE TIERRA»

[FM Riachuelo 29/01/2020] El 26 de enero se celebra el Día Mundial del Pecador, en este contexto lxs pescadorxs de La Paz, Entre Ríos junto a organizaciones populares de todo el país realizaron el 1° Encuentro, organizado por el Frente Barrial Pocho Lepratti. En este marco, FM Riachuelo aprovechó la oportunidad para entrevistar al referente agrario Benigno López, del Movimiento Nacional Campesino de Formosa (Mocafor), quién participó de la actividad. Durante la entrevista le preguntaron por el concepto de soberanía alimentaria: Reforma Agraria, el banco de semillas, la importancia de ser soberanos de nuestros alimentos, además opinó del Plan Argentina contra el hambre, impulsado por el gobierno de Alberto Fernández, entre otros temas importantes. 

Benigno López: La reforma agraria es el fruto de la lucha de los pueblos campesinos y su alianza con los sectores urbanos. La base suele ser la lucha por la redistribución de la tierra y los recursos naturales para la producción, como así también debe ser acompañado siempre por políticas públicas de los estados progresistas revolucionarios, para transformar la estructura productiva, la estructura distributiva y la matriz comercial y de alimentación de la población. Donde se dio reforma agraria es el fruto de una lucha muy fuerte del sector campesino y  de los movimientos que acompañan esas luchas. En Argentina nunca se intentó hacer reforma agraria. Sí tuvieron ideas, y bueno, fracasó. La primera declaración fue hecha por el compañero José Gervasio de Artigas y sus seguidores, donde hace un decreto para devolver las tierras a los campesinos y a los pueblos originarios, y sabemos cómo terminó eso. En la mente y en la lucha de los libertadores como Mariano Moreno, Manuel Belgrano, José de San Martín, Martín Miguel de Güemes, Juana Azurduy, y otros, esa Argentina tuvo proyectos, pero nunca se pudo plasmar. Después de ese fracaso, la oligarquía criolla está en el poder; el poder real está en sus manos y en las de las transnacionales.

Así que desde el proceso de la primera independencia hasta el día de la fecha, cada día es mayor la concentración de la tierra. Y durante todos los gobiernos, no hay excepciones, o sea si uno revisa más o menos las estadísticas y saca cuentas, no es que en algún momento se frenó, sino que fue aumentando la concentración. En Argentina hubo varias luchas por la tierra, lo último que podemos destacar es la lucha de las ligas agrarias, que fue reprimida cruelmente por las dictaduras militares, y en las provincias principalmente en el norte argentino. Después está la lucha de los pueblos originarios por sus territorios, los movimientos campesinos que resurgen en la era democrática a partir del ’84… son resurgimientos, que tienen sus avances y sus retrocesos. El sector campesino está muy fragmentado, no por el campesinado, sino por la injerencia de partidos y movimientos sociales urbanos.

 FMR: ¿Qué potencial político existe en la agricultura familiar y el banco de semillas?

BL: El Estado no tiene políticas públicas para esto. Nosotros sí pudimos hacer trabajos con el Programa Pro Huerta, algo muy llamativo, del INTA. A pesar de todo el neoliberalismo, trabajamos algunas cosas. Pero eso tiene que tener continuidad, y con el Estado hay muy poco trabajo. Si uno mira los números, el Estado supuestamente invirtió mucha plata en el sector campesino indígena, y cuando uno busca los resultados, son mínimos o no se encuentran, en todos los temas, y entre ellos semillas. Ahora, no es posible hablar de seguridad y soberanía alimentaria sin tener una soberanía tecnológica y genética, y en este caso, parte de la genética es la semilla, la semilla nativa, la semilla criolla. Tiene que haber una política de rescate, de observación, de multiplicación de esas alternativas en cuanto a semilla. Es decir, hablar de soberanía alimentaria dependiendo del paquete tecnológico de Monsanto y otras empresas transnacionales o monopolios nacionales, no tiene sentido, si nosotros tenemos un INTA, un INTI, las universidades, el CONICET, y otras instituciones públicas, que la mayor parte de los recursos a veces se vuelcan para trabajar para las corporaciones multinacionales, que plata les sobra, es decir que el pueblo tiene que poner plata para las multinacionales de vuelta. Definitivamente el pueblo tiene que tomar conciencia de esto, y esos recursos se tienen que volcar para los intereses nacionales. Tenemos que garantizar la soberanía nacional, y la soberanía nacional no sólo es un pedazo de tierra, es mucho más que eso. Los funcionarios, los políticos, los estudiosos y los campesinos se tienen que poner en la cabeza cómo nos autoabastecemos y nos independizamos con semillas nativas criollas, y otras, pero nuestras. De qué soberanía me hablás si no tenemos eso.

FMR: ¿Desde tu experiencia cuales crees que son las verdaderas razones para no fomentar con políticas públicas  la comercialización entre pequeños productores y campesinos?

BL:Yo soy del Movimiento Campesino de Formosa y del Frente Nacional Campesino, es decir que mi actividad es con campesinos principalmente, y muchas veces un campesino es pescador y un pescador es campesino, y productor al mismo tiempo, y tiene que haber una articulación. Debería ser agricultura familiar campesina indígena y de la pesca artesanal, para garantizar la soberanía alimentaria. Y su gran producción tiene que ser generadora de fuente de trabajo muy genuino, para que del producto sea salario justo, y que cada argentino pueda acceder a través de su trabajo a poder adquirir los alimentos que él produce, pero a precio justo. Si la leche viene de Santa Fe, Córdoba, a General Rodríguez, Provincia de Buenos Aires, y de ahí va a Jujuy, a Resistencia, a Puerto Iguazú, a Florinda, Formosa, se genera todo un sistema desde el poder político -muchos de ellos hace 30 años que están en el poder- para mantener este modelo que beneficia a los grupos concentrados de la economía, a los agroexportadores y a la oligarquía criolla argentina. El pollo que se consume en La Patagonia se produce en Entre Ríos, Santa Fe, Buenos Aires, y el que se consume en Jujuy, el otro extremo, también. Esto está todo planificado, acá no hay nada casual. La clase política habla contra el hambre: hay que modificar esto, si no es verso.

FMR:¿Qué opinas del Plan Argentina sin Hambre impulsado por el gobierno de Alberto Fernández?

BL: Hasta la fecha no tuvimos una oportunidad concreta de aportar, las actuaciones fueron muy superficiales, volveremos a intentar la otra semana ( en referencia a esta semana). En el Frente Nacional Campesino estimativamente hay 15 mil familias campesinas, entre agricultores y ganaderos, y son productores de alimentos, que al mismo tiempo padecen hambre o mal nutrición. Al mismo tiempo producimos una gran cantidad de alimentos, buena parte de lo que necesitan millones de argentinos. Al pequeño productor agricultor familiar se le echa a perder buena parte de su producción o la comercializa en pésimas condiciones a precios muy injustos, mientras millones de argentinos precisan de esos alimentos, entonces hay una contradicción muy fuerte. Hasta el momento no están dadas las condiciones para superar eso.

Si nos preguntan, estamos muy mal como siempre; con expectativas, pero es necesario poner en marcha planes, programas, y proyectos, a través de políticas públicas, de reactivación de la producción campesina o de la agricultura familiar campesina indígena, de desarrollo, para cubrir las demandas a nivel local, provincial, regional y nacional. Pero esto no se puede abordar solamente con un parche, con un programa; tiene que ser un abordaje integral, y si no es así es que no hay voluntad política. Entonces, los enunciados son muy interesantes, pero cómo se lleva a la práctica está lleno de interrogantes, y en aquellos que tienen poder de decisión hemos notado una gran mezquindad, un gran sectarismo, y la práctica clientelar que no se puede superar. Eso daña terriblemente para llegar al objetivo de hambre cero.

Si producimos alimentos para quince veces más de lo que necesitamos. El problema está en la matriz productiva, la distributiva, la comercial, y la política nutricional que tiene nuestro país. Hablando, por ejemplo, de la tarjeta alimentaria: para salvar a una familia indígena del noroeste, le van a dar una tarjeta, ¿cómo lo van a implementar? Y la verdad que no sé bien. De todos modos, hasta el momento, el 99,9% de todos esos recursos económicos de la Nación, va a parar a una red de supermercados, en las mismas empresas poderosas que concentran la comercialización de los agroalimentos; por ahora no están dadas las condiciones para que sea otra cosa. Si queremos otra cosa tenemos que apoyar muy fuerte a la agricultura familiar, a conformar las cooperativas de pequeños productores agropecuarios, las cooperativas de trabajadores para la transformación de productos agropecuarios, los sistemas de comercialización alternativos, a través de almacenes, locales, espacios, ferias… Y no hay que ser cerrado en eso, porque cada zona tiene su característica, su cultura, su historia, sus formas, sus facilidades y sus dificultades, entonces hay que tener una mente abierta, con el objetivo de resolver el tema del hambre, que tampoco se va a resolver si no fomentamos la generación de trabajo genuino, en los lugares de origen de las personas. Es algo complejo, y exige voluntad y decisión política de aquellos que tienen poder de decisión.

FMR: ¿Cuál crees que debería ser el rol del campo popular en esta nueva etapa de gobierno que estamos transitando?

 BL: A pesar del desastre que vivimos, tenemos expectativas y esperanzas. El camino es la articulación, el discutir y ponerse de acuerdo, no en todo, en algunas cosas prioritarias, en tres o cuatro puntos. Entre organizaciones, entre sectores, entre urbano y rural, hay que buscar puntos de coincidencia; de diferencia sobran. Y tenemos que dejar de ser falsos, y realmente apostar a lo que nos une. Y a partir de ahí construir un modelo diferente. En esto creo que el asociativismo, el cooperativismo, y otras formas solidarias de organización, son el camino. Pero no se puede servir a dos dioses. Argentina necesita dólares, necesita exportar para tenerlos, pero tiene que ser mejor, hay que negociar un poco mejor, no podemos destruir el país para obtener unos pocos dólares para pagar una deuda que no es nuestra. Que la paguen los que la usufructuaron, hablo de la década del ’70 para acá, no fue una decisión del pueblo argentino, nosotros no podemos sacrificar todo atrás de eso. Y claro que a nivel internacional, así como tenemos crisis, ataca el imperialismo, en alianza con la oligarquía criolla de cada país latinoamericano, nuestro camino es la Patria Grande. Al mismo tiempo hay otros países que por distintas razones del mundo necesitan de nosotros, y están dispuestos a hacer acuerdos medianamente justos. Ese es el camino, si no vamos a eso estamos equivocados.

FMR: Por último ¿Cómo analizas al movimiento campesino  a nivel regional luego de la destitución de Lugo en Paraguay  durante su gobierno (ocurrida en el 2012) y el Golpe de Estado perpetrado en  Bolivia?

BL:Hay dos errores. Por un lado, los errores que no queremos reconocer. Hay que reconocer los errores. A Lugo lo destituyeron porque se permitió  que se lo destituya, desde el plano regional.  Se cometieron errores, y permitimos que con un proceso muy interesante que se estaba dando en el Paraguay -como si no afectara a la región, así fue la actitud-, se consuma el golpe contra Lugo, total le daba igual a Brasil y a Argentina, esa fue la causa. Y las consecuencias las seguimos pagando, no sólo el pueblo paraguayo, sino toda la región.

En Bolivia, como todos sabemos, se estaba dando un proceso muy interesante de participación, de transformación, de estatización de empresas, de distribución de la riqueza al servicio del pueblo; algo ejemplar. Y se descuidaron algunas patas de lo que es gestionar el poder político. Es decir,  sea quien fuere del campo: nacional, popular, progresista, revolucionario,  se cree que el imperialismo le va a perdonar un minuto o un centímetro, está equivocado. Y eso pasó en Paraguay y en Bolivia, se descuidaron algunos frentes, y las consecuencias están a la vista.

Y normalmente los dirigentes de alto rango no son los que más sufren; el que sufre es el pueblo, y dentro del pueblo, el sector campesino, que normalmente es el más sacrificado y combativo. Entonces, es lamentable que la dirigencia política no aborde la cosa como tiene que abordar. Y se sabe que donde los procesos revolucionarios no fueron derrotados es porque tomaron precauciones. Cuba y Venezuela están sufriendo muchísimo, pero también están resistiendo de otra manera, y donde no hemos tomado como pueblo, como organizaciones y como dirigentes políticos, las precauciones necesarias, las consecuencias son desastrosas.

 

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