
[FM Riachuelo, 23/01/2020] El mes pasado estuvimos recibiendo, en la canasta navideña, panes dulces caseros hechos por nuestxs compañerxs, cosa que fue posible gracias a que el Hogar Juan XXIII de Gerli, Avellaneda, nos prestó su cocina para llevar adelante la actividad. Hoy estamos recibiendo pollos que provienen de la producción del Hogar, por eso nos pareció importante contar el origen de este espacio, cómo lleva el día a día y se articula con otras organizaciones, entre ellas la nuestra. Para eso, nos acercamos a hablar con Moncho, uno de los educadores del Hogar, acompañadxs por Angie, compañera de la Casa Popular El Fogón, cercana a este espacio.
El Hogar Juan XXIII surgió hace 50 años, perteneciente a la obra Don Orione, y funcionaba como una pensión para varones adultos, quienes se acercaban para tomar los talleres de oficio que se dictaban allí, con la intención de tener acceso a una salida laboral. Luego de que el Hogar fuera creciendo de a poco, tuvo lastimosamente que cerrarse durante la última dictadura militar, debido a que Enzo Gustozi y Ángel Caputo, los dos curas responsables del Hogar, tenían un fuerte compromiso social con el barrio, tanto que a Ángel no le quedó más remedio que exiliarse del país. Moncho nos cuenta que durante las dictaduras de Chile y Uruguay, el hogar sirvió de alojo para lxs de exiliadxs de ambos países, lo que da cuenta de la historia de este espacio como lugar de resistencia.
Desde que volvió a abrir, el Hogar estuvo funcionando primero como hogar de día para varones menores de 18 años. Para el 2007 lograron las condiciones para la permanencia de los niños y jóvenes, y desde hace dos años incorporaron también a las niñas.
Actualmente viven en el Hogar 20 personas, sumando niñxs y educadores, y según palabras de Moncho, si bien puertas para afuera se presentan como un hogar, puertas para adentro se manejan con los parámetros de una casa normal. Por eso ya no tienen límites de edad para quienes viven allí, y se manejan con la misma lógica que cualquier otra casa: lxs chicxs viven, crecen y se crían allí hasta que llegan a tener la posibilidad de independizarse, como en cualquier otra familia, y están trabajando para juntar hermanxs que se encuentran en hogares distintos. El espacio también funciona como centro de día de lunes a viernes, recibiendo más de 60 chicxs, e impulsa gran variedad de actividades, como los cursos de gastronomía: a partir de este 2020, tienen la intención de que comience a funcionar un restaurant cooperativo, llevado adelante por lxs pibxs del Hogar y lxs vecinxs del barrio.
Quizás la mejor manera de conocer el Hogar y su trabajo sea la Fiesta Popular Huilén: con la llegada de la primavera se corta la calle para poner varios puestos de comida provenientes de la producción del Hogar. El espíritu es compartir con todo el barrio. Participan musicxs y cocinerxs que tienen amistad con el Hogar.
Mientras vamos charlando de estas cosas, surge entre Angie y Moncho un dialogo en el que Moncho nos explica la profunda relación de la crianza del Hogar con la soberanía alimentaria: “a la par que lxs niñxs crecen, se van familiarizando con los procesos de la vida: la crianza de los animales, el desarrollo y crecimiento de las plantas, sus frutos”. Y resalta que en esta crianza es muy importante que lxs adultxs no sean quienes toman todas las decisiones, y que lxs chicxs ya comiencen a tomar responsabilidades y constituirse como sujetos políticos.
Si bien la idea de criar animales propios y tener huerta propia, entre otras cosas, surge a partir de la necesidad de subsistencia del Hogar, poco a poco aparece la consciencia de que es lo colectivo lo que va a solucionar las problemáticas más graves de este sistema, como lo son el hambre, la desocupación y la pobreza. Por eso, aunque en el Hogar el 80% de lo que comen sea de producción propia, no se quedan únicamente con eso: intentan comprar todo lo que no producen a la Economía Popular, y tratan de compartir y sociabilizar lo más posible sus herramientas de lucha y organización.
En esta resistencia cotidiana es que comienzan a darse los vínculos con otras organizaciones, como es el caso de Los Pibes: “Hay que volver a las raíces. Es lo comunitario lo que te va a salvar”, afirma Moncho, que además sostiene que lo bueno de que otras personas consuman los alimentos provenientes del Hogar no se basa en simple asistencialismo, sino en la seguridad de que se trata de alimentos sanos y de buena calidad, sin aditivos, agrotóxicos o conservantes.
“El sistema capitalista agarra cualquier cosa para hacer un negocio. Lo único que quieren es acumular dinero y no les importa la salud de la sociedad”, ante esta problemática que plantea Angie, Moncho explica que cambiar los hábitos alimenticios requiere de un proceso lento, empezando por tomar conciencia de que consumimos alimentos ultraprocesados, con químicos y faltos de nutrientes, para luego de a poco comenzar a cambiar la alimentación. “El capitalismo va querer vender cada vez más sus productos y no le va a importar si vos te enfermás con eso, total ellos después te van a vender la supuesta sanación de tu salud con diferentes tratamientos”, asegura Moncho, y destaca la importancia de conocer al productor, para así conocer también el producto, saber de dónde viene, cómo lo hacen, y así asegurarse de que sea sano y nutritivo. Además, le parece importante recuperar la fruta como una comida más, por ejemplo, desayunar fruta en lugar de un producto cargado de harinas.
Moncho resalta la importancia de hacer entender a lxs pibxs que todo esto no se trata de una última opción cuando el sistema te margina, sino que es una verdadera opción de vida, tanto el Hogar, como el trabajo en la Economía Popular y la construcción cotidiana de soberanía alimentaria: “Si uno lo sigue soñando, uno puede vivir de eso. En nuestra casa hay una frase que decimos: lo que no está hecho, se puede inventar, y se puede hacer. Está demostrado que se puede”.