[Equipo Sanitario del Movimiento Popular Los Pibes, 9/6/2021] En un sistema que se cae a pedazos, que para sostenerse concentra aún más riqueza y poder en cada vez menos manos, los barrios más humildes quedan librados al abandono total. A partir de la pandemia esto recrudeció. Los territorios quedan aislados del estado que entra en un formato «fallido» donde no tiene incidencia barrial ni contacto alguno con la realidad de quienes viven allí.
Una de las maneras en las que esta realidad impacta en los barrios populares es mediante el consumo. Este aparece, como ya dijeron las madres que rescatan a lxs nuestrxs hace más de diez años, hasta con drogas de exterminio contra nuestrxs pibxs, y también como una «fuente de ingreso» mediante el narcomenudeo. Ante la falta de trabajo, estudios, vivienda, acceso de salud en nuestras barriadas, el narcotráfico es el siniestro paraestado que maneja a discreción a quién salva, quién vive y quién no.
El estado hasta aquí ha pasado por diversas etapas. En los 90, con el menemismo, desde el gobierno se agitaba un discurso vacío que amenazaba con erradicar al narcotráfico con la creación de la SEDRONAR. Desde entonces con rango de Secretaría de Estado y con presupuesto equivalente al de un ministerio, inicialmente fue hecha a imagen y semejanza de la DEA, agencia gubernamental norteamericana que impone al continente las políticas de control y dominación sobre la región. El resultado fue la persecución de los consumidores, denominados adictos, y del narcomenudeo haciendo la vista gorda a las grandes fortunas de los narcos, producto del lavado de dinero.
Tiempo después y con el traslado del control y la persecución al Ministerio de Seguridad, la SEDRONAR se ocuparía del abordaje y tratamientos de parte de la población afectada por el consumo problemático. Desprendida de su rol de prevención y persecución del delito, se fue especializando en una mirada médico-psicológica. Así, el problema del consumo de sustancias pasó a ser un problema de la salud individual. Y al no considerar las causas socioeconómicas de su producción, nuestrxs pibxs entraban en una puerta giratoria, con períodos de desintoxicación y tratamiento fuera de sus barrios que, si bien necesarios, se derrumbaban al regresar y toparse con la realidad cotidiana invivible. De ese modo, el único beneficio era el que se acumulaba en los bolsillos de las cada vez más concentradas instituciones tercerizadas que ofrecían tratamientos. No más que un intento de reducción de daños, sin una práctica real para afrontar el genocidio predeterminado, que las madres iban denunciando como parte de un plan de exterminio que tenía a sus hijos como principal objetivo.
Frente a esta realidad el pueblo, que desde el fondo más profundo de su dolor siempre reacciona con el espíritu de lo comunitario, se organizó y tomó el cuidado de lxs suyxs en sus manos. Las madres de lxs pibxs y luego otros grupos que siguieron ese ejemplo se convirtieron en principales protagonistas, comenzando a construir alternativas de vida y futuro para revertir esta realidad: con la confianza construida con lxs propios, empezaron a multiplicarse espacios de atención, de primera escucha, de articulación con los efectores de salud, y también comenzaron espacios para deportes, educación, capacitación de oficios, creación de trabajo y proyectos de vivienda. Un abordaje integral y multidisciplinario que expandía los tratamientos, haciéndolos cruzar la frontera de las instituciones y transformándolos en un proyecto de vida digna: la construcción de un mundo nuevo no sólo para quien era estigmatizado por su consumo, si no para todxs.
Luego de años de proyectos, de iniciativas, de asambleas, de escuchas, de acompañamientos, de internaciones y cientos de medidas más, se conquistó un programa que cambiaría el rol y el funcionamiento de la SEDRONAR. Así surgió el programa llamado CASAS DE ATENCIÓN Y ACOMPAÑAMIENTO COMUNITARIO (CAAC). Se trata de un formato tanto ambulante como de internación que reconoce y acerca los recursos del estado necesarios para quienes se organizan en cada barrio y asumen el compromiso de rescatar a nuestrxs pibxs.
Durante el gobierno de Cambiemos y su peste amarilla, las organizaciones se unieron en la lucha callejera para torcer, más de una vez, el brazo de la SEDRONAR ante la negativa a entregar herramientas para que los movimientos gestionaran el abordaje según lo que cada territorialidad necesitase.
A partir del cambio de gobierno, muchos compañeros de organizaciones se sumaron a la gestión de este programa con la intención de hacer menos engorroso el acceso al programa para los territorios que lo necesitasen. Cumplir con todos los requisitos burocráticos que habitualmente el estado solicita para hacerse cargo de tamaña tarea sería más sencillo, sobre todo al tener a nuestrxs compañerxs dentro de esta secretaria…
Entonces, ¿qué está esperando la SEDRONAR para tomar alguna iniciativa en los barrios en los que el trabajo y los proyectos de vida desaparecen, mientras el narcomenudeo crece como opción nefasta para nuestros pibes?
¿Acaso se acercan a los territorios para ver los estragos de la pandemia, o son parte del estado fallido?
¿Planean seguir debatiendo si el problema es la persona o la droga cuando lo que tenemos enfrente es una política de dominación?
¿Qué pasa que como Movimiento Popular estamos hace más de un año reclamando el ingreso de dos casas a territorios que ya no pueden sostenerse por sí solos?
Vale la pena en este punto, encontrarnos con la mirada de lxs compañerxs que día a día se organizan para enfrentarse a esta problemática:
Juan Carlos Sanchez, referente del Frente Barrial Pocho Lepratti de La Paz (Entre Ríos)
En una ciudad como La Paz, que es zona agroganadera, la mayoría de los compañeros son trabajadores municipales, con un programa social local, que solo cuenta con $ 8.000 mensuales. Esto significa que las situaciones son muy complejas, son familias numerosas con problemas de vivienda, de infraestructura. Hay falta de políticas del estado provincial y municipal. Las familias, y sobre todo los jóvenes, caen fácilmente en la resignación y la desesperación. Se sienten condenados a la pobreza, y esto provoca que comiencen a una corta edad a consumir bebidas alcohólicas o a fumar. Nosotros ponemos mucho empeño en reconstruir desde la solidaridad, pero no tenemos medios para dar un paso más y entonces los jóvenes se vuelcan a las adicciones o incluso intentan quitarse la vida. Los gobiernos, tanto provincial como municipal, no tienen las políticas necesarias para acompañarlos, por eso pensamos que debe haber desde el estado nacional, desde el Sedronar una política más fuerte. Ellos tienen los medios para hacer un diagnóstico más profundo, porque el tema es grave y la pandemia lo termina agudizando. La falta de perspectiva para los jóvenes y la ausencia de los gobiernos no ayuda. Hay una pobreza estructural y esto lleva a que a corta edad estos jóvenes entren en el consumo. Esperamos que pronto se pueda solucionar, tener una respuesta del gobierno lo antes posible.
Negra Cano, Integrante del Movimiento Popular Los Pibes en el barrio de La Boca
Estamos trabajando dentro del barrio con los vecinos y cada vez tenemos más complicaciones con las adicciones, aquí en La Boca y también en la Isla Maciel. Tenemos problemas con chicos que desde los 11 años están consumiendo alcohol. No damos abasto. No tenemos lugar donde ir, cómo acompañar. Estamos esperando que nos digan dónde hay lugares para poder asistirlos. Tenemos que poner un poco de conciencia y entender que estamos trabajando todos los días, pero necesitamos que nos den más espacios para poder trabajar. El trabajo lo hacemos igual: hablamos con los chicos y los padres, acompañamos, recurrimos a otros espacios, asesoramos, buscamos recursos que nos faltan. Necesitamos que nos abran las manos porque no tenemos nada y lo hacemos igual. No alcanza con esto. No somos funcionarios, somos madres que abrimos la puerta al barrio, pero a donde corremos, los espacios que están cerrados que los abran. Necesitamos recursos para nuestras familias.
María Rosa Jimenez, referente de la Villa 15 (CABA)
En Ciudad Oculta el paco apareció después de la marihuana. Me enteré por mi hijo. Tenía que salir a buscarlo y después empezamos entre todas las madres a buscarlos. Es muy adictivo y les hace muy mal. Son dosis muy caras, y entonces gasta todo. Vende su ropa para poder pagarlo y seguir consumiendo. Terminan robando a los vecinos para poder consumir y se pierden, porque además les quema las neuronas. No se dan cuenta lo que les pasa. Además la policía los agarra y los matan o los llevan presos. Duele porque se enfocan en la delincuencia pero como Estado no ayudan a la solución del problema. Van presos con gente muy pesada que no los ayuda: los golpean o los matan. Me duele mucho que el Estado actúe así. Siempre enfocan lo que pasa en las villas como que ahí está toda la droga, pero esto no es así. En las villas hay mucha gente que trabaja. El Estado es responsable de todo esto porque margina. Entonces, ¿qué le dejamos a nuestros pibes?, es cada vez peor. Necesitamos que nos ayuden para seguir adelante. Por eso también abrimos en mi casa una guardería para las madres, y seguimos trabajando para el barrio. Escuchar a los jóvenes cuando abrimos la puerta de casa, es un ejemplo de ayuda. Allí charlan, se juntan, comen un plato de comida caliente. De ahí salen las soluciones: hay que generarles trabajo, ayudarlos a estudiar porque el Estado no nos da la posibilidad de ayudar, lo tenemos que hacer nosotros.
A modo de cierre
Queda claro que la problemática del consumo ni sus actores territoriales se tomaron receso por la pandemia, sino todo lo contrario. Si la SEDRONAR con esta política de gestión no reorienta su rumbo, seguirá observando pasivamente como suceden las cosas frente a sus narices mientras las barriadas hacen lo imposible para revertirlo, dejándonos solxs frente a una realidad alarmante.
Y, claro está, fiel a nuestra historia de lucha, no dejaremos que eso pase.